Dos amigos que un día decidieron empezar a escribir sobre lo que aman hacer... A modo de diversión, para relajarse y hablar sobre temas relacionados con la medicina, viajes, filosofía y una que otra anécdota para reír, aprender, llorar o lo que tú quieras!

¿Quiénes somos?

Joel Q.
20 años, 50% venezolano 50% alemán, es un futuro médico cirujano, mochilero y trotamundo frustrado, ofidiofóbico, ocurrente, amante de la ciencia y con su propia religión. Adicto a los idiomas, la aventura y a abrirse paso por todos los pasadizos y curvas de este gran camino que muchos llaman "vida".


Daniela S.
20 años, es una futura politóloga... que odia la política. Prefiere decir la verdad aún contra sí misma. Amante de los idiomas en sus tiempos libres... Adicta a viajar y aprender de otras culturas. Vivió en Francia unos meses para aprender francés, su sueño es volver... Piensa que ser feliz no es una utopía...


23.8.11

“Si yo no voy a la medicina, la medicina viene a mí”


Bueno, aquí estoy con mi primer post en el blog y, para ser sincero, nunca he hecho algo parecido. Así que sólo me dediqué a escribir con toda espontaneidad para compartir con ustedes este momento de mi vida… El origen de mi vocación por la medicina.

Desde pequeño siempre me he sentido atraído por la ciencia. Recuerdo que al tener unos 7 u 8 años de edad, estaba “completamente” decidido a ser un gran odontólogo. Al contrario de la opinión y sentimiento de otras personas, siempre me había fascinado aquel mundo, ese sinnúmero de instrumentos odontológicos y ni hablar del interés y la emoción que me provocaba el escuchar el famoso y “terrorífico” taladro dental.

Limpiezas dentales, extracciones, resinas, pinzas, jeringas con anestesia en la boca, un gran consultorio… Creí que todas esas cosas ocuparían mi futuro pero, con el pasar del tiempo, las cosas fueron cambiando.

Con madre farmacéutica, crecí rodeado entre miles de recetas médicas (sí, ya soy experto en leer y entender “letra de médico”), millones de cajas y frascos de medicamentos, sustancias e instrumentos químicos y ni hablar de ese olor característico de todo centro de salud. Más especial aún, era verme de alguna manera involucrado con profesionales pertenecientes al ramo, siempre escuchando conversaciones entre farmacéuticos y, de vez en cuando, médicos. Mi interés por la salud fue creciendo así, leyendo revistas con artículos relacionados, viajando con mi madre a sus exponegocios y conferencias de farmacia y siempre siendo muy curioso y preguntándole cualquier cosa que se me ocurriera como ¿Qué medicamento es éste? ¿Para qué sirve? ¿Qué efectos secundarios tienen estas pastillas? ¿Por qué no puedo tomar esto? ¿Qué debería tomar si estoy enfermo de… y por qué? ...todo esto desde que era un niño.

Al tener unos 13 – 14 años, me di cuenta que el saber sobre dientes, encías, bocas, caras, no me sería suficiente, pues detrás de eso había mucho más… Sí, sencillamente quería más. Fue así como fue naciendo mi interés por la medicina, aunque nunca dejaba de escuchar cosas como “Es una carrera muy difícil”, “Es interminable”, “Debes ser un genio”, “Yo nunca escogería eso”, en fin… Todo hasta el punto de llegar a cuestionarme si en realidad era eso lo que yo quería para mi vida.

Siguieron pasando los años y con ello, se acercaba el momento de hacerle frente a una decisión “definitiva” en cuanto a mi futuro profesional. Sopesaba muy bien el asunto, pero mi interés seguía intacto… Confieso que, aunque me interesaba, aún no sabía si en realidad sería suficiente como para dedicarle una vida entera.

Desde niño, me vi dominado siempre por la timidez, pero luego de haberme llenado de tantas vivencias, que posteriormente iré compartiendo con ustedes, me hice un chico más arriesgado, con agallas y escasas autolimitaciones, con ganas de sacarle el mayor provecho a la vida… y esto de estudiar medicina, lo consideré sencillamente como un reto, el cual estuve dispuesto a enfrentar sin importar mucho los resultados.

Terminados mis estudios de secundaria y bachillerato, llegó el momento de esa decisión “final”, cosa que me tomé como un “juego”, y sin pensarlo, me matriculé para los exámenes de admisión de la carrera. Recordando la fama que tienen y lo difícil que es conseguir una plaza para estudiar medicina en la gran mayoría de universidades del mundo, pensé que era tiempo perdido, aunque en realidad, nada perdía con intentarlo.

Por lo menos en mi universidad (Universidad de Los Andes - Venezuela), los aspirantes a ciertas carreras, como medicina, deben presentarse primeramente para un examen de carácter psicológico para así, lógicamente luego de resultar aprobado, tener derecho a pasar a la fase definitiva y más temida: la prueba de conocimientos.

Pasados los plazos y luego de haberme presentado para los dos exámenes, llegó el día de los resultados. La verdad, creí que era imposible que yo consiguiera una plaza para la carrera. Digo, luego de ver a miles de personas literalmente compitiendo por lo mismo y que a mi parecer debían estar muchísimo más preparados que yo… Y si a eso le sumaba comentarios que escuchaba como “¡Me he presentado 3 años seguidos para el examen pero nunca doy con la plaza!” o “¡Estuve estudiando un año entero y no sé si apruebe!”…

¿Cuál fue mi sorpresa? – Aprobado y con plaza en el primer corte de selección.

Bien, ahora sólo era cuestión de matricularme en el primer curso y esperar por la fecha de inicio de la carrera. Todavía sin tener esa vocación al 100%.
           
Conforme iban pasando los días de espera, me sentía (ahora sí) cada vez más emocionado y entusiasmado. En mis ratos libres, que para la fecha eran TODOS, me dedicaba de vez en cuando a reflexionar y pensar en mi futuro… y sí, ya me imaginaba como un buen médico cirujano, ¡como esos que ves en cualquier serie televisiva!

El último paso: confirmar lo que sentía. Con el inicio de la carrera y los primeros contactos con ese mundo y esa facultad ya como estudiante, tuve automáticamente un estallido vocacional. Todo era para mí tan interesante y motivador, que lo único que provocaba era estudiar sin parar y pretender saberlo todo en un día.

Médicos por todos lados, batas blancas, conversaciones sobre hospitales y pacientes en cada pasillo, en fin… Un ambiente que te envolvía y se apoderaba de ti. Con cada inhalación que daba en la facultad, me llegaban (aparte del olor a formol) más y más ganas de ser un gran médico… Convertirme en alguien dispuesto a ayudar a quien lo necesite, a sacrificarme por el bien de otros, a vivir llenándome con la satisfacción de haber mejorado la calidad de una vida y, por qué no, haber incluso salvado otra.

Actualmente voy por el segundo curso de la carrera y sí que he comprobado algunas cosas que dicen muchas personas… “Es una carrera un tanto difícil”, “Es una carrera demasiado larga”, “Debes hacer muchos sacrificios”…pero esto es un reto y yo así lo decidí desde el primer instante. Nada de lo que vale la pena en esta vida, se consigue sin esfuerzo.

¿La vocación por la medicina llegó a mí o fui yo quien llegó a ella? – No lo sé, pero de lo que sí estoy más que seguro es que hoy por hoy puedo decir que la medicina, además de ser mi pasión, es mi vida.




Joel Q.

4 comentarios:

  1. Este artículo es de aquellos que al leer te suben la motivación, la vocación (si cabe más) y te dan hasta ganas de estudiar aún más!.

    Muy buen artículo, muy acertado el de contar el origen, ya que, estamos en los primeros pasitos de este blog! :-)

    Saludos y continuad así compañeros!!

    PD: estoy dando vueltas a la cabeza y en breve os propondré cositas para hacer en común los dos blogs, ok?

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  2. Glenda coronado24/8/11, 10:51

    me gusta la pagina Joelito. me gusto saber tu historia y ese gran amor q compartimos por la medicina, esa satisfaccion q algun dia tendremos al ayudar a otras personas q nos necesiten!!! felicitaciones

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  3. Amigo y compañero de blog , te felicito... pronto te vere como ese gran medico que siempre has deseado ser.

    sigamos compartiendo historias. un abrazo

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  4. Anónimo2/9/11, 2:12

    felicitaciones, buen blog, buena historia, sigan haci.

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